Viajaremos hoy a una cuidad histórica de la que, como en
Pompeya, sólo quedan las ruinas. El trayecto es bastante confuso. Algunos dicen
que se encuentra en Alemania, en algún lugar de Baviera. Otros, sin embargo,
aseguran que es un municipio español semejante a Lepe y que, por tanto, estaría
en el sur. Los primeros se refieren a nuestro destino como Schilda, la ciudad
de los estúpidos. Los segundos la llaman Villasimplona.
No recomendaré la excursión aquellos que se crean muy listos
porque corren serio peligro de caer en la tontería. ‘Dime de qué presumes y te
diré de qué careces’ que diría mi abuela. Sólo los tontos podrán disfrutar de
unas buenas y agradables vacaciones en Villasimplona.
Hace muchos años un incendio destrozó por completo la
ciudad. El cronista local, Jeremías Punto, asegura que todo comenzó con una plaga
de ratones. Los villasimplones viendo horrorizados que los animalillos andaban
por todas partes malogrando muebles, ropas y cosechas decideron comprar un
perro -¿o era un gato? Ya no lo recuerdo-… El caso es que comía ratones y a una
velocidad de vértigo, dicen. Los habitantes temieron que se les fuese a comer
también a ellos, así que –lógicamente- le prendieron fuego. El gato –ahora creo
estar casi segura de que no era un perro- salió huyendo de tejado en tejado… Y,
evidentemente, los simplones prendieron casa por casa… Hasta reducirlo todo a
cenizas.
Sin embargo, el episodio que más fama dio al municipio fue
el ingenioso método de un vecino para alimentar económicamente a su caballo. El
animal comía demasiada avena, avena de la cara… De modo que resolvió quitarle esa
mala costumbre reduciendo, día tras día y poco a poco, su ración hasta que el
animal apenas comía nada. Finalmente, el rencoroso caballo se murió y todavía
hoy nadie ha conseguido saber por qué.
Villasimplona o Schilda, cualquiera de las dos porque ya les
he dicho que es la misma, era famosa por sus edificios. La 'Cuna del Urbanismo'
llegaron a llamarla ¡y eso que no tenía casas! El alcalde no las consideraba necesarias pues el resto de las construcciones eran magnificas. Por ejemplo, el Ayuntamiento con forma de pirámide y sin ventanas. O las iglesias que sólo
tenían campanarios. Las tabernas fueron pensadas especialmente para los
borrachos: estrechísimas, así impedían que se cayensen hacia los lados.
Aunque la comparen con Lepe deben saber que los antepasados
de los simplones eran gentes inteligentísimas capaces de resolver cualquier
cosa. De todas partes del mundo les reclamaban y, cansados de tanto abuso,
decidieron atajarlo haciéndose los tontos. Tan aplicados eran que hicieron
grandes progresos en seguida . Tantos que después de unos años no sabían más que
hacer tonterías. Sus descendientes a partir de entonces comenzaron todos a
nacer bobos.
Con el incendio de la ciudad hubieron de marcharse y
emigraron por todo el mundo. De modo que, si son listos y siguen mi consejo de
no viajar a Villasimplona, deben tener cuidado igualmente porque en el lugar
que menos se esperen, siempre, hay un estúpido.
1 comentario:
Para andarse con cuidado desde luego, el problema de la estupidez es que es para siempre.
Muchos han fracasado tratando de curar a un estúpido, yo mismo he intentado curarme más de una vez, el resultado, un empeoramiento preocupante.
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