domingo, 19 de agosto de 2012

DEL NACIMIENTO DE MI HERMANO Y EL SUSTO QUE PROVOCÓ EN CASA

Nació de la tierra. Lo mismo que las lechugas. Sólo que él parecía más bien una berenjena: con sus manitas, sus piernecitas y aquella barrigota -literalmente- de bebedor prematurao. Cuando mi padre lo vió no pudo menos que sorprenderse. Se rascó la cabeza -siempre lo hace ante los dilemas y problemas más complejos-, no recordaba haber sembrado aquella mata. La berenjena sacudía y examinaba con cuidado un pequeño tallo que le sobresalía de entre las piernas.
- ¡Casilda!- llamó el jardinero a su mujer, incapaz de apartar la vista de aquel extraño brote.
El niño, ajeno por su escaso conocimiento a tanto alboroto, descansaba recostado contra una enorme hoja de coliflor. Eso sí estaba seguro de haberlo plantado. Volvió a rascarse la cabeza, el hombre que el pequeño andaba todavía ocupado en averiguar si, aquello que tenía allí, era tallo o pilila. No tenía demasiado pelo y tampoco se le veían dientes, así que - salvo eso de hubiese aparecido en un arriate del huerto- parecía un bebé completamente normal.
- ¡Casilda! ¡Mujer, ven a ver esto!

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