Aterrizo en
la radio por unas semanas. Misión: viajar por mundos inventados. Aquí os dejo
el primer destino: el desierto de Exopotamia.
...
- ¿Pero qué es lo que hay que hacer?- Estar en el suelo, sobre esta arena, en medio de la brisa y con la cabeza vacía; o andar y verlo todo, o hacer cosas, hacer casas de piedra para la gente, darles coches, luz, todo lo que todo el mundo pueda tener, para que ellos puedan no hacer nada también y permanecer en la arena, al sol, y tener la cabeza vacía, y hacer el amor a las mujeres.
Nuestro
primer destino será el desierto de Exopotamia. Un lugar perfecto para quienes
sufran de aburridismo cotidiano y destesten ir al trabajo andando. Para llegar
hasta allí hay que utilizar el transporte público. Concretamente el autobús 975
y esperar a que el conductor se vuelva loco. No es necesario llevar ropa de
abrigo. El clima de Exopotamia es cálido y nunca sopla el viento. La vegetación
es bastante pobre aunque el viajero habrá de tener cuidado con el spinifex, una
planta que se enreda en los tobillos, y evitar en lo posible las dunas,
plagadas de matas que hacen cosquillas en los pies.
- ¿Se quedará usted en Exopotamia?- Se va a construir un ferrocarril. He escrito a mi empresa proponiéndoselo. Esta mañana se me ha ocurrido la idea.- Pero aquí no hay viajeros.- ¿Cree usted que a los ferrocarriles les convienen los viajeros?
Exopotamia
está travesado por un ferrocarril que no lleva a ningún sitio y no necesita
pasajeros. Es importante no olvidar la tienda de campaña porque el único hotel
de la zona fue derribado hace 60 años para construir el tren. En esta región es
común llamar a los hombres como a las mujeres. Ellas, a cambio, tienen nombres de
elementos químicos y oficios de varones. Son increíblemente serviciales:
trabajan sin descanso, con los pechos al aire y las faldas muy muy cortas. Las
pobres son tontas. Las rubias y las morenas. También las pelirrojas.
- ¿Por qué no te casas con ella?- Bueno… porque llegará un momento en que me dejará indiferente. Lo estoy esperando.
Aquí el
amor no existe y todos, propios y forasteros, están condenados al placer. Así
lo predica y manda en las penitencias el abad de Exopotamia. En el desierto
también vive Atanágoras, arqueólogo de profesión y el guía perfecto para
visitar ruinas antiguas. Su aficción favorita es desenterrar tesoros y
partirlos después en trozos para que quepan todos en una caja. Quizá el viajero
consiga alguno como souvenir.
- ¿Qué es lo que tiene esa silla?- Tiene fiebre- Está usted cachondeándose de mí ¿eh? Póngale el termómetro y veremos.
Si
disfrutando de la estancia alguien se pone enfermo hay que acudir al doctor
Mascamangas, médico especialista en sillas y amante de la aeronautica.
El regreso
es aún más complicado que la llegada. En primer lugar es imprescindible tener
cuidado de no detenerse a descansar en ningún momento por el riesgo que en este desierto tienen los pies de echar raíces. Y, en segundo lugar, armarse de
paciencia y esperar que vuelva la línea 975. Cosa bastante improbable, por
cierto. En Exopotamia rige la
Patafísica y todo puede ser lo contrario.
3 comentarios:
En primer lugar es imprescindible tener cuidado de no detenerse a descansar en ningún momento por el riesgo que en este desierto tienen los pies de echar raíces...
Nunca nadie contó nada tan verdaderamente falso como cierto, siendo además de opcional cumplimiento como cualquier otra ley patafísica.
Una vez estuve en un desierto como el que describes, aunque no recuerdo su nombre, aunque... ahora que lo mencionas... no había sillas enfermas ni doctores, tampoco dunas ni enredaderas tobilleras, sin embargo, si que recuerdo el tacto de la arena entre los dedos de mis pies y la brisa en el pelo, pese al embaldosado suelo y la ausencia total de viento del lugar...tristemente y por una fatídica casualidad, encontré la salida de aquel extraño lugar al fondo a la derecha, como seguro que intuyes, buscaba el baño...
PD. Grande Montero, muy grande
Tú sí que eres grande.
Tú sí que eres grande.
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