Escuchó la
ráfaga de disparos. Antes de llegar a sentir sus mordidas en la carne pensó en
Florencia. Vio su cara de aceituna en la oscuridad. Y lloró. Lloró por sus
largos cabellos de carbón, por los besos de pan y cebolla, por sus manos:
menudas y desenvueltas… Florencia olía a ribera y jabón de borra. A sol y
bosque de encinas. A verano, otoño, invierno y primaveras… Las estaciones,
escondidas entre los dedos de sus pies, jugaban a confundirle bajo las sábanas.
En la cama… De noche…
'La
nuestra, Florencia… Detenido en tus pechos de algodón, atrapado en tu ombligo…
Florencia… Mi Florencia preciosa de ojos de almendra. Mi amor. ¡Ay, Florencia!
¿Cómo podrás perdonarme que te abandone? ¡Me matan, Florencia! ¡Me arrancan de
ti! Perdóname, perdóname… Te crecerá el pelo, te lojuro, ya lo verás… Volverá a
desbordarse por tus hombros… Ahora deberás ser fuerte, mujer, y no mirar atrás.
Florencia, mi amor, no preguntes, no me busques… Olvida, olvida… Vive,
Florencia… Vive, por Dios. Y sonríe mi vida… Sin ganas, pero sonríe… Tu risa es
tu mejor arma, Florencia. Tu risa de cascabeles.''
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