jueves, 25 de agosto de 2011

... Y UNA CANCIÓN DESESPERADA

Obviaré que me has llamado tía jodía y te diré que yo también te voy a echar de menos, mucho de menos. Es más pienso redactar una queja formal y eviarla a Mérida porque me encuentro muy descontenta con el fucionamiento de esta televisión. No considero oportuno que los editores disfruten de tantos días libres y, mucho menos, que dejen a sus redactoras solas y desamparadas durante tres largos días. Las hay que pueden pasar, pero hay otras, pobres, que sufren el síndrome del nido vacío. Yo soy una de ellas. Pediré una jugosa indemnización por daños psicológicos a corto plazo. Eso o que el desconsiderado editor de turno que me ha abandonado a la buena de Dios me colme de besos (aunque sean de lado) y de abrazos la próxima vez que nos veamos. Creo que esto segundo me gusta más. Añadiré en mi queja que me es tremendamente necesario volver a tenerle cerca y escuchar su voz, de modo que discrepo en la decisión de que abandone la escaleta. Pero si es lo único que comparto contigo... ¿Cómo me van a quitar eso? Exijo que Canal Extremadura sea más condescendiente con sus trabajadoras, sobre todo con las morenitas de pelo rizado que son las más propensas a padecer este raro trastorno, y no les roben los buenos días naranjas ni esa voz maravillosa que las hace sonreir por las mañanas. En realidad, no se trata más que de un perjuicio para el trabajo en equipo y la calidad informativa, ya que las plumillas que sufren este tipo de dependencia editorial pierden la inspiración si están tristes y solas. En definitiva, que mi demanda es en beneficio de la sociedad de la información extremeña, de los políticos que ocultan que las centrales nucleares han trasladado su domicilio fiscal, de los trasvases polémicos, los planes hidrólogicos compartidos, los santos que matan dragones para reconquistar ciudades medievales, las princesas que venden su reino por un beso y acaban siendo convertidas en gallinas, los festivales de rock pasados por agua, las ferias del libro que vuelven por primavera (igualito que el turrón vuelve por Navidad), las rutas ornitológicas de rancios aristócratas ingleses que huelen a pies y a los que no les gustan las cámaras, los dieciocho años del WOMAD o las vírgenes que descienden montañas una vez al año. Todos ganarían si los responsables de gestionar los informativos de la televisión autonómica no tuvieran vacaciones. En concreto, aquellos que usan botas mágicas capaces de convertirles en gigantes o chisteras de las que no sacan conejos, sino miradas de soslayo. Añadiré también la recomendación de que a los cursillos de locución para redactoras sobradas se incorporen sesiones de baile. Estoy convencida de que se trata del método más efectivo para combatir los pólipos en la garganta, las glotis atacadas y la distorsión de los armónicos.
No te vayas. No te vayas. No te vayas.

(VUELA. VUELA LIBRE. LEJOS.)

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