jueves, 25 de agosto de 2011

PECADOS CAPITALES

La soberbia le llegaba para ser infeliz el resto de sus días. Cuando le atacaba de veras el cuello se le estiraba. Le crecía de forma milagrosa. Como si su verdadera dimensión estuviera escondida en decenas de pliegues concéntricos respondiendo al mismo mecanismo que las antenas de los transistores. El pelo se le ensortijaba en mil serpientes.Y por su cara comenzaban a desfilar gamas enteras de morados. Siempre que la veía así: henchida de huracanes, con los ojos vueltos y el pelo crispado, pensaba que, más que de pecados capitales, sufría de gases.

(LA INSPIRACIÓN SE ESCONDE HASTA EN LOS RINCONES MÁS OSCUROS)

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