sábado, 29 de diciembre de 2012

HOTEL DEFÍN


Si algún día necesitan marchar y no saben dónde, les recomiendo que se alojen en el Hotel Delfín. Está en Shapporo, Japón. A un billete de avión de Tokio y treinta y cuatro años de cualquier cosa. Sin embargo, no crean, llegar es mucho más complicado que eso. Deben soñarlo. Bueno, no. Disculpen. El hotel debe soñarles a ustedes. También han de saber bailar. No importa cómo, sólo han de hacerlo y no parar.
El Hotel Delfín fue reformado hace años y pasó de ser un agujero a un lujoso y abrumador alojamiento de cinco estrellas. Todo es excelente: la arquitectura, los pasillos amplios y luminosos, la selección del hilo musical, las instalaciones – ¡tiene cine y supermercado!-, pero lo mejor sin duda es el servicio. Impecable. Probablemente les atienda Yumiyoshi, la única de las recepcionistas con gafas y muy guapa, por cierto. Aunque parezca mentira, le encanta su trabajo. Tanto que, cuando la apartan se siente frágil, insegura, vulnerable. Es muy eficiente pero está demasiado obsesionada con las arrugas de su chaqueta.  Ella descubrió al hombre carnero. Vive en la décimo sexta planta –justo encima del café bar-. De noche, a luz de una vela, liga decisión, tropiezo y destino. Su oficio es  atar y desatar causas y consecuencias. Se ocupa de que no haya cabos sueltos. Es el encargado de marcar los pasos del baile. De que la música continúe.
Quizás también conozcan a Yuki, una adolescente a la que su madre dejó olvidada en el hotel. Le chifla pasear en coche y mascar chicle. También el pop. Odia la escuela. ¿Y quién no con trece años? Es un lugar horrible con cientos de normas absurdas que aplastan la personalidad del individuo y únicamente dejan sobrevivir a los idiotas.
A lo mejor en el camino se cruzan con Gotanda. El chico perfecto a todas  luces: guapo, alto, de éxito. Y, claro – como todo lo que presume de ser aparentemente impecable- defectuoso. De profesión es actor y a ratos asesino de prostitutas. Aún así corren el riesgo de que les caiga bien. Cosa de artistas, ya saben.
Aunque siniestros y sin relación unos con otros, cada uno de ellos: Yumiyoshi, Yuki, Gotanda… Son necesarios para llegar al Hotel Delfín. El sitio ideal para que un treintañero solitario y desequilibrado pueda encontrar su lugar en el mundo. Con un poco de suerte el amor también. Allí, en la décimo sexta  planta, todo empieza y todo acaba. Se conecta una cosa con la otra, con lo siguiente y lo anterior. Puede que pierdan el ritmo a veces. Si ocurre, déjense llevar y recuerden: bailen, bailen, bailen. Nunca, jamás, dejen de bailar. No piensen por qué lo hacen. No le den vueltas ni le busquen significados. En realidad, no significa nada.


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