Ahora que, de nuevo, te vas quisiera escribirte un recuerdo.
Escribirte un paseo soleado entre castillos, un ‘buenos días naranja’.
Escribirte. Decirte que no habré de echarte de menos, pero no es cierto.
Debiera despedirme y, sin embargo, a traición pienso que, quizás, vuelvas algún
día. Si acaso, recuerda: la gatera permanece abierta al otro lado de la
escaleta.
Antes de marchar has saber que fui feliz. Hoy lo comprendo. Feliz acurrucada en tu almohada, navegando por tu risa, asomada al cristal de tus gafas, entre las rayas de tus camisas. Has de saber que te quise más allá del desorden, de los olvidos y los reproches. En ello gasté todas mis lágrimas.
Antes de marchar has saber que fui feliz. Hoy lo comprendo. Feliz acurrucada en tu almohada, navegando por tu risa, asomada al cristal de tus gafas, entre las rayas de tus camisas. Has de saber que te quise más allá del desorden, de los olvidos y los reproches. En ello gasté todas mis lágrimas.
Mantendré bien atada a la mariposa. No sufras, ya se
acostumbró al cautiverio y a penas aletea. A cambio llévame allá donde vayas
dobladita en un bolsillo. Contigo. Por favor no me pierdas.
Buen viaje.
Buen viaje.
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