martes, 30 de agosto de 2011

ALAS

A mi padre el asunto de las alas le traía de cabeza. No acaba de aceptar que me hubiesen salido así por las buenas. Me tenía absolutamente prohibido abrirlas fuera de casa. 'Imagínate el alboroto' decía rascándose compulsivamente. Siempre se rasca cuando algo no le conviene. Sólo en la intimidad del hogar y bajo promesa de no agitarlas mucho, me permitía desplegarlas.'¡Estoy hasta las narices de recoger plumas!' se quejaba mi madre cada vez que sorprendía una con el aspirador. '¡Esta casa acabará convirtiéndose en un gallinero!'
(AVISO A LOS POSIBLES LECTORES: Modelo de letanía nº1 '¡Qué hartita estoy!')
'Si es que esto no puede ser. Si es que me paso la vida recogiendo mierdas de unos y de otros. Y ahora esto. ¡Cómo si no tuviera yo ya bastante! ¡Qué hartita estoy! ¡Qué hartita! Un día de estos voy a hacer las maletas y me voy a ir a tomar por culo de esta casa. Entonces sí vais a saber lo que vale un peine. Que os pensais que soy vuestra esclava. ¡Todo el día fregando! Todavía no me he sentado más que para comer. Pero de verdad os digo que un día salgo por esa puerta y no vuelvo. ¡Ale! ¡A vivir! Y a vosotros que os coma la porquería. ¡Ay, entonces! ¡Entonces os vais a agarrar una oreja y no os vais a alcanzar la otra!'
Mi madre dispone de una fuente inagotable de retahilas como esta que gusta de utilizar aunque nadie la escuche. La anterior es de las más recurridas, pero su favorita, sin duda, es la de '¡Ay, el día que os falte tu madre!'. Cuando comienza una es imposible pararla. Entra en trance y recita sin parar amenazas, reproches y negros futuros en su ausencia. En tanto que hace esto puede, al mismo tiempo, hacer también cualquier otra cosa: las camas, recoge la ropa, coloca la loza, sacude las alfombras. A menudo el discurso es tan largo que le da para varias tareas y anda trajinando por la casa mientras declama. Mi reciente transformación tampoco le hizo ninguna gracia y después de varias semanas aspirando plumas acabó por ponerme un horario para abrir las alas dentro de casa. 'Aquí tiene que haber un orden' sentencia cualquier norma susceptible de cumplise porque sí y porque lo dice ella que es la que limpia y ya está y punto.
Mi abuela era la única persona que parecía encantada con mi nueva condición. El Niño y mi abuelo Tomás no tenían suficientes entendederas como para notar que ocurriese nada extraño. 'Ábrelas un poquito, hija. Déjame tocarlas.' Me decía acercando las manos poco a poco y pasándolas por mi espalda. 'Que gustito da' 'Eres un ángel'. '¡Qué coño ángel ni ángel!' tronaba mi madre repasando por enésima vez el polvo de un jarrón. 'Lo que pasa es si no está llamando la atención la niña esta, no está agusto.' 'Pues mira bien lo que te ha dicho tu padre: que ya está bien de tonterías. Así que tú sabrás cómo te las apañas para que desaparezcan esas cosas.'
Todos daban por hecho que la culpa de lo de las alas era mia. Pero yo no tenía nada que ver. Me salieron solas. Una mañana desperté y allí estaban. Al extenderlas por primera vez tiré una de las figuritas que adornaban la cómoda de mi cuarto. Cayó al suelo con un lamento de cristales. Eran enormes, blancas y con la punta de las plumas negras. 'Soy una cigüeña', pensé y volví a abrirlas con más ciudado no fuera a ser que rompiera otra cosa. Sería demasiado alboroto para los nervios de mi madre. Me miré en el espejo. Con las alas bien extendidas casi podía abarcar la habitación de parte a parte. Aparentaban ser dos inmensos abanicos rematados en los bordes con puntilla negra. 'Sin duda soy una cigüeña'. Recuerdo muy bien que era martes por el olor a lentejas cociéndo en la cocina. Nieve, llueva, truene o caigan cuarenta grados a la sombra, los martes en mi casa se come lentejas. Y el dicho ese famoso no vale porque son, por orden mi madre, legumbres tercas y obsesivas capaces de perseguirte en desayunos, comidas, meriendas y cenas hasta el fin de los días. 'Papa, mira' dije a modo de buenos días. '¿El qué?' respondió un bonsai parlante desde lo alto de la mesa. 'Las alas'. '¿Qué alas?' dijo el bonsai. 'Las que me han salido en la espalda'. '¡Uy!''¡Ya te estás quitando eso ahora mismo que me lo vas a poner todo perdido!' gritó de pronto un montón de ropa olorosa a suavizante que acaba de entrar por la puerta del patio. 'Ya empezamos, desde por la mañana temprano' de detrás del bonsai que hablaba asomó la cabeza de mi padre. En la punta de la nariz se le sostenían unas diminutas gafas de altísima graduación que le permitían podar cuidadosamente a su hablador amigo a pesar de no ver ni torta de cerca. '¿Qué tenéis ahora?' '¿Eso qué coño es?' por fin me miró. 'Pues unas alas. Te lo estoy diciendo.' quise desplegarlas para que las viera mejor, pero en el intento levanté una ventolera horrosa. Decidí mantenerlas plegadas. '¿De dónde has sacado eso?' 'De ningún sitio. Me han salido solas.' '¡Ay, no! ¡Esto ya si que no!' el montón de ropa se había transformado en mi madre. '¡Lorenzo!' '¡Mira tu hija!' El Niño y yo podíamos ser propiedad de uno o de otro en función de nuestro comportamiento. 'A ver, Casilda, qué quieres. Si dice que le han salido solas.' volvió a hablar el bonsai.
Al fin y a cabo no sé a qué vino tanto escándalo si El Niño nació de una vaina de judías. Mi padre había apartado unos cuantos arriates del jardín para experimentar un huerto. Mi madre ya le advirtió de que aquella no era buena idea, pero el hombre se había cansado ya de geranios y jazmines que florecían mal y a contratiempo. Puso una tomatera, una filita de lechugas y unas cuantas matas de habichuelas. Estas semillas no acaban de convencer a su mujer que de chica leyó el cuento aquel del niño que plantó unas que, mira tú por dónde, vinieron a ser mágicas. Pasó las de Caín, el pobrecito. '¡Ay, no, Lorenzo. Habichuelas, no'. Una mañana, regando, se encontró el hortelano a mi hermano apoyado en uno de los plantones. Desnudito miraba con insistencia su pilila. Aún hoy es una costumbre que no se le ha quitado. Mi padre pensó si es que no habría fumigado bien. '¡Casilda!' '¡Mira aver esto!' 'Ay, Lorenzo, por Dios. Mira que te dije lo de las judías. Y tú... Nada.'

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