(…) ¿qué mejor efecto que estarse al anochecer cerca del fuego con un libro, mientras el viento azota los cristales, la lámpara arde…?
- ¿Verdad? - dijo ella, fijando en él sus grandes ojos negros bien abiertos.
- Uno se está sin pensar en nada – prosiguió el joven -, y las horas pasan. Uno se pasea inmovil por países que parece que los estás viendo, y el pensamiento, enlazado con la ficción, se recrea en los detalles o va resiguiendo el hilo de las aventuras. Se mezcla con los personajes, y llega a figurarse que es él mismo quien palpita bajo sus trajes.
- Es verdad - decía ella- ¡es verdad!
- Le ha sucedido a usted a veces – tornó Léon - hallar en un libro una idea vaga que uno ya ha tenido, alguna imagen obscura que vuelve de lejos, algo así como la entera exposición del sentimiento más sutil de uno mismo? (…)
Gustave Flaubert, "Madame Bovary".
- ¿Verdad? - dijo ella, fijando en él sus grandes ojos negros bien abiertos.
- Uno se está sin pensar en nada – prosiguió el joven -, y las horas pasan. Uno se pasea inmovil por países que parece que los estás viendo, y el pensamiento, enlazado con la ficción, se recrea en los detalles o va resiguiendo el hilo de las aventuras. Se mezcla con los personajes, y llega a figurarse que es él mismo quien palpita bajo sus trajes.
- Es verdad - decía ella- ¡es verdad!
- Le ha sucedido a usted a veces – tornó Léon - hallar en un libro una idea vaga que uno ya ha tenido, alguna imagen obscura que vuelve de lejos, algo así como la entera exposición del sentimiento más sutil de uno mismo? (…)
Gustave Flaubert, "Madame Bovary".
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