viernes, 30 de octubre de 2009

MORENAS

Las morenas despiertan de malísimo humor. Se les pegan las sábanas. También los sueños. Sólo después de varios cafés son capaces de pensar con claridad. En combinar colores pierden una hora cada mañana. Leen el periódico a bocados en el autobús, entre manadas de niños que cargan con enormes mochilas y marujas camino del mercado. Las morenas no se peinan, salen a la calle con los rizos revueltos. No usan tacones porque no saben manejarlos. Prefieren los días de sol. Nunca saben muy bien qué hacer con los paraguas. Las morenas son testaduras y tienen mal genio. Su sangre es mucho más roja y apretada. Les anda por las venas burbujeante, dispuesta siempre a entrar en ebullición. Tienen la piel dorada, como de trigo, y los ojos con forma de almendra. Huelen a uva, a tierra. Y en la punta de la lengua dejan sabor a moras y a regaliz. Un bolígrafo gastado de contar navega naufrago en el fondo de sus bolsos, también un ejército de papeles arrugados que no valen para nada. Las morenas no saben de matemáticas y se pierden invariablemente por entre las letras. Fuman sin descanso cuando les falta la inspiración. A veces escriben bien y otras lo hacen francamente mal. Tienden a inventar frases, se empeñan en construir oraciones convexas y nunca recuerdan el punto y coma. Por defecto, hablan más de lo que escuchan, condición esta que, a menudo, les llena la boca de moscas. Las morenas no llevan relojes y nunca preguntan la hora. Les encanta cantar bajo la ducha. Se entretienen en los espejos por pura coquetería. De noche piden deseos las estrellas y duermen con la ventana abierta. Siempre tienen los pies fríos. Tan pronto ríen como lloran.

No hay comentarios: