Un buen día te despiertas y descubres horrorizada que el pasado se encuentra justo delante de ti, haciéndote guiños. Se funden presente y pretérito. Atrapada. Es una sensación sofocante, un deja vu de mal gusto que se puede tocar. Lo peor de esta terrible situación es que, seguramente, las armas que usaste en su día para tu defensa se encuentran ya enterradas, quién sabe dónde, hondas, en algún sitio. Entonces desesperada, sangrando ya las heridas que parecían cicatrizadas, te afanas en rescatar tu espada, tu escudo, las flechas que ya tienen las puntas gastadas. Pero no recuerdas, no sabes, no puedes rescatarlas, tan profundas las escondiste, tantas cosas arrojaste encima, tanto. Lloras y el pasado frente a ti rie a carcajadas, te asatea con recuerdos que causan nuevas brechas, más dolorosas, más sangrantes. Gritas, te arrodillas y escarbas, ya sabes dónde está tu armadura. Continúas hurgando con tus propias manos, los dedos crispados, con llagas, las uñas rotas. Las dedichas, los infortunios, las desgracias y desventuras acuden a la contienda, luchando en el otro bando, siempre al otro lado. Por fin tocas la punta de tu espada, ahí está, sólo tienes que afilarla. Rescatas también tu cota de malla tejida de orgullo, de valor y de lágrimas. Ya dispuesta, respiras hondo y comienzas a participar en la batalla. Y los recuerdos los enfrentas con desdenes, las traiciones con rápidas puñaladas, los engaños con los ojos bien abiertos y las falsas promesas chocan contra tu escudo, resbalan. A punto de morir de nuevo algo atraviesa fugazmente tu memoria, lo atrapas. “Ya no te quiero”. Eso es, con más fuerza. “¡Ya no te quiero!”. Y te desgañitas, más, más y más. “¡No, nunca!”. El enemigo asustado retrocede, le tiemblan las piernas, ya no resulta tan grande, tan bravo. “¿Me escuchas?”, vociferas mostrando tus garras, “¡No te quiero!”. Las amarguras se baten entonces en retirada y el pasado se tambalea frente a ti herido de muerte de ya. Rápida, con las fuerzas que aún te quedan, alzas tu espada, nunca fuiste tan valiente, nunca tan certera.
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