
Después un mes con todos sus días el otoño se hace, por fin presente. Parecerá extraño, pero no lo es, eso seguro. En estas Tierras del Oeste no existen las estaciones intermedias. Más bien podría decirse que no existen los intermedios. Creo que eso me gusta. Llueve a mares, más excepcional que eso por aquí no hay nada, y ando recuperando viejos placeres. Recuerdo que de pequeñita, en días como hoy, solía asomarme con mi padre a la terraza. Podía permanecer horas enteras viendo caer el agua. Me gustaba el tamborileo contra las ventanas, su ruido de arrugar plásticos y el olor a tierra mojada.
Hoy por ser otoño, y casi más que que nunca, se me caen las hojas. Luego saldrán nuevas, limpias, hermosas. Y amanecerán días radiantes de color ocre y mantos de hierba, donde jugarán las musas dando volteretas.
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