Existe un lugar en mi memoria y aún en el mundo desde donde siempre se pueden saborear los cerros. Existe un lugar en lo alto desde donde crecí rodeada de canchales, alpargatas, bichas y cacharras, parelis y demás palabras que mi abuela utilizaba indistintamente en sus historietas mientras bordaba mi camisa de labradora para la Semana Santa. Existe un lugar al final de una escalera sembrada de claveles en el que las sábanas conservan el olor de lo auténtico. Olor a verano, olor a familia, olor a los cigarros de mi abuelo, olor a tencas en escabeche, olor a historias que se deshilachan con el tiempo, pero siempre permanecen vivas en la memoria, olor a amigos, a verbena. Existe un lugar asomado al verde donde todavía se puede respirar aire fresco y ver picotear a la gallinas, donde suenan cada mañana los cencerros de las vacas y el canto del gallo. Existe un lugar en mi memoria y aún en el mundo desde donde la vida siempre tiene colores más vivos.sábado, 11 de octubre de 2008
LA AZOTEA
Existe un lugar en mi memoria y aún en el mundo desde donde siempre se pueden saborear los cerros. Existe un lugar en lo alto desde donde crecí rodeada de canchales, alpargatas, bichas y cacharras, parelis y demás palabras que mi abuela utilizaba indistintamente en sus historietas mientras bordaba mi camisa de labradora para la Semana Santa. Existe un lugar al final de una escalera sembrada de claveles en el que las sábanas conservan el olor de lo auténtico. Olor a verano, olor a familia, olor a los cigarros de mi abuelo, olor a tencas en escabeche, olor a historias que se deshilachan con el tiempo, pero siempre permanecen vivas en la memoria, olor a amigos, a verbena. Existe un lugar asomado al verde donde todavía se puede respirar aire fresco y ver picotear a la gallinas, donde suenan cada mañana los cencerros de las vacas y el canto del gallo. Existe un lugar en mi memoria y aún en el mundo desde donde la vida siempre tiene colores más vivos.
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